“Nacho, sal de ahí, ese no es tu asiento” le decía su dueña mientras él la miraba con su más inocente expresión.
Cuando llevamos un perro a casa, es muy difícil hacer la diferencia con otros de la familia. De seguro querremos evitar que pase frío y aunque le compremos una casa especial para él y la dejemos en el jardín, finalmente igual lo dejaremos dormir en los sofás o hasta en nuestra cama.
Así que rápidamente se acostumbrará a compartir como si fuera un hijo más.
Exigirá cariño y atención… la diferencia, es que en lugar de un hijo humano que se pueda molestar por algún motivo con sus padres, el perrito aunque lo fastidien, siempre estará dispuesto a alegrar tus días, porque tú alegras los suyos.
Jillian Harris sabe muy bien de ello. Su perro llamado Nacho es el mejor cuando se trata de hacer feliz a la familia.
Por eso siempre lo invitan a los paseos e incluso acompaña a su dueña a comprar, pues jamás quiere dejarla sola.
El problema… es que la gran mascota piensa que es un bebé humano, y apenas se sube al auto, en lugar de recostarse en el maletero o descansar tranquilamente tendido en el asiento trasero, se instala en la silla de Leo.
Él es uno de los hijos pequeños de Jillian, que por ley debe viajar en un asiento especial de niños.
Si bien Nacho nunca lo hacía porque el pequeño solía viajar con él, ahora que tuvo la oportunidad, no la desaprovechó e hizo reír a carcajadas a su dueña, quien le pidió que se moviera, pero el cachorro se negó a hacerlo.