El agotamiento emocional es un estado al que se llega por sobrecarga de esfuerzo. En este caso no hablamos solo de excesos laborales, sino de cargar con la responsabilidad de asumir conflictos, responsabilidades o estímulos de tipo emocional o cognitivo.
Al agotamiento emocional no se llega de un momento a otro. Se trata de un proceso que se incuba lentamente, hasta que hay un punto en que la persona se desploma. Ese quiebre lo sumerge en la parálisis, la depresión profunda o la enfermedad crónica.
El síndrome burnout, también llamado de aniquilamiento, de estar quemado, de desmoralización, agotamiento emocional o profesional, es cada vez más común en la sociedad, señaló Alejandra Apiquian Guitart.
Al participar en el Seminario Permanente de Salud en el Trabajo de la Facultad de Medicina, la especialista expuso que para la Organización Mundial de la Salud es una enfermedad laboral que ocasiona detrimento en la salud física y mental de los individuos.
Por lo tanto, las personas que lo padecen sufren de ansiedad y angustia, cansancio, debilidad, fatiga, agotamiento, hipersensibilidad emocional, pérdida de concentración, depresión, falta de realización profesional y personal, baja autoestima y disminución del rendimiento laboral, afirmó la también docente de Psicología de la Universidad Anáhuac.
“Es común encontrar gente que llega cansada los lunes o después de las vacaciones, pero eso se debe a un agotamiento emocional”, aclaró.
Ocurre también una despersonalización o deshumanización, que consiste en el desarrollo de actitudes negativas, de insensibilidad y de cinismo. Las personas están irritables, se distancian de los clientes, los pacientes o los compañeros de trabajo. También se presenta la desvalorización en torno a la realización personal, es decir, la tendencia negativa a considerar el propio trabajo. “Hay sentimientos de fracaso y falta de expectativas”, añadió.
Los primeros síntomas del agotamiento
Antes de que aparezca el agotamiento emocional propiamente dicho, se presentan algunos indicios que lo anuncian. Se trata de señales a las que, por lo general, no se les da mucha importancia. Si se le otorgara, podrían tomarse medidas a tiempo.
Los síntomas iniciales del agotamiento emocional son:
1. Cansancio físico: La persona se siente fatigada con frecuencia. Desde que abre los ojos experimenta como si fuera excesivamente arduo lo que le espera en el día.
2. Insomnio: Por contradictorio que parezca, una persona con agotamiento emocional tiene dificultades para dormir. Siempre tiene problemas que le dan vueltas en la cabeza y hace que sea difícil conciliar el sueño.
3. Irritabilidad: Hay molestia y pérdida del auto control, con cierta frecuencia. La persona agotada se ve de mal humor y es demasiado sensible a cualquier crítica o gesto de desaprobación.
4. Falta de motivación: Quien sufre de agotamiento emocional comienza a actuar mecánicamente. Como si estuviera obligado a hacer lo que hace todo el tiempo. No siente entusiasmo, ni interés por sus actividades.
5. Distanciamiento afectivo: Las emociones comienzan a ser cada vez más planas. Como si en realidad no sintiera prácticamente nada.
6. Olvidos frecuentes: La saturación de información y/o de estímulos da lugar a fallas en la memoria. Se olvidan con facilidad las pequeñas cosas.
7. Dificultades para pensar: La persona siente que se confunde con facilidad. Cada actividad le implica un mayor gasto de tiempo que antes. Se razona lentamente.
Las salidas para el agotamiento emocional
La mejor manera de superar el agotamiento emocional es, por supuesto, descansando. Hay que encontrar tiempo libre para relajarse y estar tranquilos. Las personas que se exigen demasiado pasan años sin, por ejemplo, tomar vacaciones.
Esto no se debe hacer. Tarde o temprano solo conduce a la fatiga. Así que una buena idea es tomarse unos cuantos días para dedicarlos al descanso.
Otra solución es la de trabajar por construir una actitud diferente frente a las obligaciones diarias. Cada jornada debe incluir tiempos para dedicarlos a los compromisos y también tiempos para descansar y realizar actividades que resulten gratificantes. Hay que dejar de lado las obsesiones de perfección o de cumplimiento.
Finalmente, es muy importante sensibilizarnos frente a nosotros mismos. Para esto, nada mejor que dedicar un rato al día para estar a solas. Respirar, reconectarnos con lo que somos y lo que deseamos.
Es fundamental desarrollar una actitud de comprensión y bondad con nosotros mismos. De lo contrario, más tarde o más temprano, nos será imposible seguir adelante.
Ante tal panorama, dijo, lo mejor es la prevención. Primero por medio de la información, porque la gente llega a creer que es normal estar cansado o no querer ir al trabajo, pero a la larga la situación puede generar conflictos. Asimismo, hay que vigilar las condiciones del ambiente laboral y fomentar el trabajo en equipo.
Cuando ya se generó el síndrome, se requiere ayuda individual, consistente en estrategias cognitivo-conductuales que permitan eliminar o mitigar las fuentes de estrés; terapia grupal, mediante el fomento de redes de apoyo social, donde los mismos compañeros ayuden a la persona a detectar y a vencer sus síntomas, y apoyo organizacional, para eliminar o disminuir los factores que generan estrés, finalizó.