ESTOS CUENTOS NO ESTÁN PENSADOS PARA DORMIR A LOS NIÑOS SINO PARA “DESPERTARLOS”.
A través de cuentos y sencillas actividades se pretende mejorar la conducta de los niños en aspectos como: la atención, el autocontrol, la autoestima, los celos, la responsabilidad, la amistad…
La pesadilla de Carola, es uno de esos cuentos infantiles que nos ayudan a mejorar la conducta de los niños. Un relato para leer a los niños que suelen tener una mal comportamiento y que reflexionen sobre sus actos. Si tu hijo suele desobedecer, siempre está enfadado y no se comporta como debiera, no dejes de leerles este cuento con valores para niños
Con las aventuras que aparecen a lo largo del cuento, así como con las actividades propuestas, pretendemos que los niños reflexionen acerca de los inconvenientes que ocasiona la falta de control sobre nuestra conducta, aportando también ideas y ejercicios para mejorar su autocontrol.
Carola estaba tumbada en el sillón de casa muy aburrida.
– Mamá, no sé lo que hacer – dijo perezosa.
– Puedes pintar un dibujo y después colorearlo – contestó su madre mientras planchaba la ropa.
– No quiero, pintar me aburre – dijo Carola.
– Ya sé – dijo su madre. Puedes jugar a las peluqueras y hacer una bonita trenza a tu muñeca.
– No quiero, eso me aburre también – protestó de nuevo la niña.
– Llama a María, y jugáis a algo – dijo impacientándose de nuevo su madre.
– No quiero; ayer me enfadé con ella – contestó la niña haciendo una mueca.
Su madre la miró preocupada dejando de planchar. Carola se pasaba todo el día aburrida, protestando y viendo en la televisión dibujos animados.
– ¿Por qué no sales con la bicicleta al jardín? – dijo su madre intentando animar a la niña reanudando su tarea.
– No quiero; me aburre montar en bicicleta – dijo estirándose perezosa en el sofá sin mirarla siquiera.
Su madre estaba cada vez más preocupada por el comportamiento de Carola.
– Mañana iremos a pasar el día al campo y nos bañaremos en el río – dijo.
– No quiero ir al río, me pican los mosquitos y además no sé nadar. – ¡Qué asco!
– ¡Iremos a pasar el día al campo! – dijo su padre por la noche. ¡Te guste o no! Y Carola se fue protestando muy enfadada a la cama, sin querer cenar.
Al día siguiente llamaron a Carola que se levantó de la cama protestando de nuevo.
– ¡Os odio! ¡Siempre me estáis fastidiando! – dijo lloriqueando. ¡Quiero tener otros padres! ¿Por qué no me dejáis vivir en paz? Y salió de la habitación metiendo mucho ruido, sin desayunar.
Pero esta vez sus padres no estaban dispuestos a ceder a sus caprichos y continuaron hablando entre ellos sin prestar atención a sus palabras.
Durante el trayecto en el coche apenas hablaron.
Llegaron a un lugar precioso donde había una verde pradera, un río de aguas transparentes y una zona de arboleda. Era el sitio ideal para pasar el día.
Sus padres empezaron a jugar a la pelota y la llamaron:
– ¡Carola, ven a jugar!
Pero la niña se quedó de brazos cruzados mostrando su enfado y pensando que eran unos padres horribles que no la querían y, con ese pensamiento se sentó apoyada en el tronco de un árbol y se quedó dormida.
– ¡No quiero ir, me aburro! ¡Es un rollo teneros como padres! Siempre me estáis obligando a hacer cosas que no quiero. ¡Me quiero ir de esta casa!
Y entonces ocurrió algo que Carola no esperaba. Su madre dijo:
– Muy bien, si es eso lo que quieres te ayudaré a preparar el equipaje. Carola siguió a su madre. Extrañada vio cómo abría la puerta de su armario y descolgó uno de sus vestidos. Lo dobló cuidadosamente y lo metió en una pequeña maleta; luego metió una chaqueta, calcetines y unos zapatos. Por último, eligió unas braguitas y una camiseta de interior y cerró la cremallera.
– Ya está – dijo. Y se volvió ofreciéndole con indiferencia la maleta.
– Te pondré un bocadillo por si te da hambre esta noche – habló sin volverse a mirarla.
– ¡Luis! -llamó al padre – Ven a decir adiós a Carola que se va a buscar unos padres mejores que nosotros.
Su padre entró en la habitación, la abrazó y acompañándola a la puerta dijo:
– ¡Qué te vaya muy bien cariño!
Entonces Carola empezó a llorar en silencio y, cuando quiso darse cuenta, oyó un fuerte portazo y se vio en la calle.
– ¡No me quiero ir! – dijo sin disimular su llanto, aporreando la puerta.
– ¡No me quiero ir! – gritaba llorando. ¡No quiero buscar otros padres!
– ¡Carola, Carola! – decían sus padres zarandeándola nerviosos.
Cuando despertó vio a sus padres que la abrazaban y miraban asustados.
Se dio cuenta que ellos siempre se habían preocupado por ella, que la querían mucho y se estaba portando muy mal.
Abrazó a los dos todavía llorando y les dijo:
– ¡Os quiero! ¡Quiero jugar a la pelota con vosotros!
Sus padres se miraron contentos. No sabían qué había hecho cambiar a la niña de comportamiento pero, desde ese día, Carola fue mucho más obediente y no era caprichosa. Además daba muchos besos a sus padres.
Todo lo cambió una horrible pesadilla.